Con la felicidad de estar
dentro, en la misma terminal paso por el banco. Aquí no se pueden usar mis
tarjetas y para ocasiones como esta suelo llevar billetes de 500 euros. Entonces,
entrego uno solo de estos en la ventanilla y veo que el hombre busca algo;
buscaba una bolsa de plástico de esas de la compra para colocar el dinero. Siete
millones doscientos mil Riales indican que la inflación es de tener en cuenta
porque a esta moneda fresca ya le han quitado por ley un cero.
Explorando mundo, sin
plan y sin guía donde me lleve el destino.
Año 1429. Y esta vez no
es que he viajado en forma imaginaria por el tiempo, sino que en esta tierra rige el calendario Islámico Hijri y el
año que menciono es el corriente.
Fuera de la estación
aérea el panorama muestra montañas de color ladrillo exentas de héroes de color
verde porque los árboles prefieren el valle donde sienten la compañía de la
gente.
A la ciudad la atraviesa
un río pero las casas de la orilla solo ven su reflejo en la corriente cuando la
magia del cielo crea lluvia y eso por aquí es un milagro poco frecuente.
Bocanadas de aire que
parecen recién salidas de un horno me recuerdan que Irán está sufriendo el verano.
Un niño a mi lado come una pera y el calor es tan intenso que la fruta se
oscurece detrás de cada mordisco. En estas circunstancias salgo a buscar a
alguien que me lleve a la ciudad. Los taxistas me preguntan si soy reportero,
mercenario o terrorista y creen estar seguros de que voy camino a Basora en el
sur de Irak. Lo que digan o piensen me tiene sin cuidado primero voy a visitar
Irán y que algún día la suerte quiera que pueda viajar a Irak.
De inmediato descubro que
incluso los hoteles modestos ofrecen un buen servicio y todos tienen aire
acondicionado central. Shiraz en sí no tiene mucho que ofrecer pero sus alrededores
son exquisitos.
A la mañana siguiente
junto con el alba entro en Parza, llamada Persepolis, que significa tierra de
persas, llamada de esta manera después de ser conquistada, saqueada y destruida
por Alejandro. Había llegado temprano para estar solo y así poder cerrar los
ojos y sentir pasar la historia por mi cuerpo. Realmente no sé cómo
describirlo; pero entre las ruinas de algunos sitios importantes puedo sentir,
con mayor o menor intensidad, fluir una extraña energía. Experimento
sensaciones e incluso en alguna arena, donde mi concentración alcanzó buen
punto, llegue a palpar la atmósfera de los tiempos de gloria, la euforia de los
que estaban con los vencedores y los abucheos a los vencidos. Para un no
creyente es difícil explicar el fenómeno.
Pienso que son energías que creamos, nosotros mismos, y estas quedan
suspendidas en el lugar y en el tiempo. Seguro que en algún sitio está la
explicación y solo falta el genio que descubra el porqué del misterio.
Cosas que vienen, cosas
que van, así se crean los pensamientos.
Soy un amante de la geografía
y puedo dibujar el mundo sin omitir detalles. Amo la historia pero prefiero ser
superficial con esta que suele tener un parecido con la política donde los
hechos en muchos casos se falsean, según los intereses de quien escribe. Las
mentiras repetidas con el pasar del tiempo desplazan de su sitio a la verdad y
en la historia abundan brujas y falsos héroes. Yo que tengo la dicha de
conocer, palpo como cada pueblo acomoda el pasado a su medida.
De regreso a la ciudad nos
detenemos en un campamento de pastores nómadas que dirigen sus rebaños de
cabras u ovejas, de aquí para allá, en busca de pastos. Había tenido una buena
experiencia con estos grupos en otro sitio y entonces aproveché la amabilidad
que les caracteriza para zambullirme en sus costumbres. “Bombones para el alma”,
caminé junto al rebaño, cogí en brazos a un becerro y, además, tuve la
oportunidad de compartir una clase, en la carpa escuela, con una docena de
niños y el pastor que hacía las veces de maestro. “La vida es nuestra mejor
catedrática y a cada paso nos regala una enseñanza.” Pastores y pocos pastos
salpican esta parte del mundo.
Tengo solo 15 días y por
esa razón el viaje no permite tregua; rumbo al Noreste, entre tanto desierto, nos detenemos a las
orillas del primer arroyo que trae agua. Quería sentir que era real y baje para
tocarlo. El agua no llegaba sola porque junto al cauce venía un pequeño bosque.
Crucé entre las plantas y llegué a una pequeña playa donde la sombra era
incapaz de impedir que el sol toque la arena donde se podía coser un huevo. Yo
que había recorrido caminos y había visto correr un sin número de aguas, jamás
las había visto de este color turquesa tan intenso o líquido tan bello.
Esta ciudad de más de 3000
años de antigüedad, debido
a su ubicación remota el en desierto, por mucho tiempo permaneció inmune a la
devastación de la guerra. Incluso sirvió como refugio para aquellos que huían
de tales calamidades en otras partes de Persia durante la
invasión de Gengis Khan. En 1272 Yazd recibió la visita
de Marco Polo que señaló la exquisitez del tejido de seda fina. Acabo de
recibir esta información y para mí como viajero de sangre italiana que plenamente me identifico con nacido
en Venecia, esta razón agrega a mi visita peso extra.
Es una ciudad más sagrada de Irán y su nombre proviene de: “Lugar de martirio”, porque se cree que el octavo imán del islam Reza, fue envenenado aquí. Llegué de madrugada y con el alba di un paseo por la plaza principal. De la mezquita destacan sus minaretes todavía iluminados. «La luz, es siempre una buena señal», eso pensaba cuando me dirigía por un café al único bar que estaba abierto.
Ahora
les voy a describir mi hotel y las fotos harán lo mismo con el pueblo, les
adelanto que es una descripción fiel que puede llegar a ser pesada, entonces
como está en otro color si queréis con facilidad podéis pasarla por alto.
El hotel |
“Para uno como yo, amante del moderno y devoto de lo antiguo,
mi alojamiento en Yazd es propio de un rey. El edificio había pertenecido a un
hotel, cuyo apogeo tocó máximos a finales del siglo XIX. Después de un tiempo
de bonanza comenzó el decline, cerró sus puertas y en una intensa batalla
contra el tiempo sucumbió. Dicen
que los grandes nunca mueren, pues el hotel, de entre los muertos de una mala
época, resucitó gracias al arte de algunos maestros y el dinero de un buen
señor. El orgullo de la ciudad está ubicado en
un camino estrecho mezclado con el resto de la arquitectura de un barrio
construido de ladrillo y adobe donde el color del desierto viaja por calles enredadas
y muros ciegos. Para encontrar una variante hay que alzar la vista y buscar el
celeste del cielo.
Desde fuera no es más que un espacio más de características
idénticas, pero después de una simple recepción, una larga galería comunica con
un patio interno, donde se abre la caja que contiene la joya. En el centro una
fuente rectangular, de tamaño considerable, contiene peces de colores y regala
frescura al visitante. El estanque está rodeado por un jardín de plantas bajas
repletas de flores que solo se interrumpen para ceder espacios a unas bases de
madera, elevadas un poco más de medio metro del suelo, tapizadas con alfombras
y acompañadas de almohadones para que allí los huéspedes, al caer la tarde, disfruten
de una taza de té y una charla esperando que se deje ver la luna. Por aquí, la infusión se acostumbra a beber
amarga, aunque suelen meter un cristal de azúcar glaseado con azafrán, entre
sorbo y sorbo, en la boca. Volviendo al hotel,
en uno de los lados más cortos del patio rectangular hay un pequeño escenario;
en los otros tres lados, cuatro niveles albergan las habitaciones: uno a medio
soterrar y los otros hacia arriba. Entre estos
muros cerrar los ojos e imaginar a los actores en plena faena mientras los
huéspedes estaban entre las flores o asomados a la ventana de su cuarto viendo
el espectáculo, es como saltar dentro de una película. Tanto las partes del edificio que dan a la calle como las
dos columnas que escapan buscando el alto, para desde allí atraer hacia el
interior el aire, están terminadas en adobe. En
la parte interna, en cambio, sobre los muros de color blanco resaltan
filigranas dorados. El palacio —porque eso es lo
que es— destaca también por un elevado número de aberturas de
madera terminadas con exquisitos vidrios de colores. Antiguo y moderno; cortinas y ropa de cama color
de oro engalana los cuartos. El escenario ya
no recibe artistas, pero cuando cae la tarde sobre aquel universo blanco el
cielo y sus estrellas montan el espectáculo. Cada
habitación tiene, como era lógico, su cuarto de baño con su respectiva ducha;
esta fue una innovación necesaria que debió sufrir la restauración. De todos modos el hotel no se podía permitir diversificar
su pasado y conserva en un ángulo de aquel patio una entrada seguida de una
larga escalera de piedra que llegaba a las profundidades donde la tierra está
siempre fresca. Allí hay una vasca de tamaño
considerable, alimentada por una línea de agua, proveniente de una surgente
subterránea fría que pasa por el recipiente y continúa camino por un canal de
escape en lo alto del lado contrario.”
Este sitio ya está alojado en mi corazón para deleitar mi alma.
Esfahan
Esta ciudad fue intensamente castigada por los misiles iraquíes en la no lejana Guerra de Irán–Iraq, acto sucio e inútil como todas las contiendas bélicas. Más tarde con la fuerza de su espíritu de entre cenizas resurgió la urbe que hoy se muestra hermosa y pujante, mientras sus caídos siguen vivos en el corazón de su pueblo.
Esta ciudad fue intensamente castigada por los misiles iraquíes en la no lejana Guerra de Irán–Iraq, acto sucio e inútil como todas las contiendas bélicas. Más tarde con la fuerza de su espíritu de entre cenizas resurgió la urbe que hoy se muestra hermosa y pujante, mientras sus caídos siguen vivos en el corazón de su pueblo.
Después de coger un sitio
donde pasar la noche, atendiendo las indicaciones del conserje voy hacia la
plaza de Eman Naghsh–E Jehan, donde voy a iniciar mi paseo. Mis ojos están
acostumbrados a la arquitectura árabe pero esta supera con creces mis
expectativas; más de medio kilómetro de largo, por un tercio de ancho forman un
hermoso rectángulo, delimitado por un grupo de edificios, de dos niveles idénticos,
donde destacan las clásicas aberturas persas de arcos ojivales.
La regularidad de la
arquitectura que rodea la plaza en ocasiones se interrumpe para alojar, hombro
con hombro, las joyas de la ciudad herencia de la humanidad. Dos mezquitas espectaculares,
la entrada monumental al bazar y un palacio. Aquel conjunto de edificación
idílica, al momento encierra un prado, a la inglesa, rodeado por un camino de mármol
por donde circulan carrozas tiradas por caballos. En el centro maceteros con flores
regalan belleza y una gran fuente culmina la obra. Recorriendo el bazar y los talleres
de los artesanos que trabajan el cobre y pintan sobre huesos de camello
elaborado. Dando una ojeada a trabajos antiguos, pude comprobar que en los
inicios la plaza era usada por la realeza para jugar a una especie de polo de
otros tiempos, donde dos grupos bien definidos de jinetes golpeaban con sus
bastones a una única pelota. La ciudad tiene varios atractivos y después de
visitar el complejo de la plaza alargo el paseo para ver el puente de Khajou; una
antigua construcción que el capricho del hombre quiso que se vea como una única
pieza sólida compuesta por una seguidilla de arcos ojivales unidos entre sí,
que apoyan en el fondo del río sin impedir que corra el líquido.
"Arcos y más arcos, así es
Persia"
Sobre la base del puente
flanqueaban la calle dos galerías cubiertas, con pronunciadas aberturas de
formas idénticas por donde atraviesan los peatones. A esta hora por el Oeste el
Sol le regala un gemelo reflejado en el agua. Es tan largo que la gente para
cogerlo completo, en una fotografía, tiene que tomar una distancia
considerable. Así es Esfasan a los ojos de este humilde viajero en el año 2008.
Pero no todo es lo que parece y con sorpresa descubro que en la ciudad hay refugiado armenios de gran poder adquisitivo que viven bajo reglas mucho más tolerables que el resto, para ellos nunca falta el licor o los prostíbulos.
El calor es de esos que la gente no soporta, a mí me
tiene sin cuidado pero el smoke y
la calima, ambos patrones de la ciudad desde el suelo hasta donde llega la
vista, realmente, me molestan. En el hotel más de lo mismo, bonito, gente
amable y buen servicio pero cuando abro la puerta de la habitación: «¡Qué horror!» Como si hubiesen quemado
una entera fábrica de Marlboro dentro del cuarto. Lo intentamos en el siguiente
y la fábrica quemada era de cigarrillos Camel. Por último, el empleado cansado
de abrir habitaciones para que enfilase mis napias, me dijo: «Míster no se preocupe».
Con una pausa hizo crecer la intriga, después acentuó la cara de pena y agregó:
«Es desagradable solo los primeros instantes, una vez
que usted ingrese a su habitación su olfato se acostumbra y su cerebro deja de
percibir el mal olor». ¿Mentira marca de la casa? ¿Verdad
relativa? ¿O ambas?
Teherán es una ciudad
que, de norte a sur, presenta un desnivel no demasiado pronunciado, pero
suficiente como para facilitar la gestión del agua que llega por algunos afluentes
desde las montañas que envuelven la parte alta de la ciudad. Desde allí el
líquido, destinado al riego, viene lanzado por pequeños canales, entre la acera
y la calzada, dentro de los cuales, de manera inteligente, han plantado los
árboles. Sus habitantes no escatiman esfuerzos y se esmeran de sobremanera para
hacer proliferar el verde y a la vista resaltan sus éxitos. Pero la falta de
lluvia y el polvo del desierto que se deposita sobre el inmenso, le roba los tonos
y el brillo, a la Naturaleza y al resto.
Irán, otro país, otro
régimen y otro bicho de la familia de los insectos del comunismo. Tal vez, es
verdad que necesitan el combustible nuclear para poner en marcha nuevas
centrales eléctricas. Aquí como en muchas de las repúblicas de la antigua Unión
Soviética, Cuba y Myanmar, por citar ejemplos, la electricidad va y viene según
le parece.
¿Nuclear…? ¿No nuclear…? ¿Pelear o no hacerlo?
La población es obstinada
y mucho. No hubo una sola vez que haya puesto pie en las calles de Teherán y no
les haya visto dándose ostias, hombres contra hombres, mujeres contra hombres y
ciudadanos de a pie contra la Policía.
Cuando parece que creen
en algo, discuten y les da lo mismo que les maten; no importa quién se ponga
delante, esta gente, con desventaja o sin ella, va al frente. Por fortuna no
van armados sino sería una carnicería humana. ¿Será
esa la razón por la que no ponen cuchillos en los restaurantes? Se ayudan con el tenedor y cortan con la cuchara.
La comida |
A los ciudadanos de la
capital les veo triste, cargados de bronca y de más esta agregar que al mínimo
roce explotan. Esta situación tensa solo involucra a la gente del sitio porque
en su haber con los extranjeros sucedía todo lo contrario; son respetuosos y amables.
En una opinión, estrictamente, personal, pienso: «Que
el pueblo iraní jamás tomaría la iniciativa de atacar a nadie, pero si alguien
piensa en hacerlo que se prepare porque esta gente no es fácil y la guerra será
eterna».
Estamos en la época del
pobre Presidente Bush y de momento es un juego de intereses, bien planteado. Es
como si el Gobierno de la República Islámica, tuviese el fuego pero no la leña,
entonces se asoma del otro lado de la tapia donde está el dueño del bosque y le
dice: “¡Oye tu cornudo, cuando coja a tu mujer, la voy a poner
a gusto…!” Entonces
el temerario, en papel de víctima lleno de cólera, coge trozos de tronco e
intenta centrar al enemigo hasta que se cansa. Cuando llegan a ese punto Irán
ya logró lo que le interesaba: “subir el precio del petróleo”. Finalizado el primer
acto, con calma recogen su leña y siguen avivando su fuego. Ahora bien en caso
de que su llama, el precio del petróleo, pierda fuerza saben que les basta
asomar la cabeza por la tapia e insultar al tonto que le arroja la leña.»
La prensa del día habla del lanzamiento
de misiles de largo alcance. (Es solo
una provocación para crear tensión
internacional y de esta manera
hacer subir el precio del
petroleo)
|
En Teherán todos los
vehículos que circulan son taxis en potencia. ¡Terrible! La ciudad es inmensa y,
además, durante el tiempo que estuve aquí no di con ninguna persona que
realmente sea práctica del sitio. Conducen, se frenan, preguntan, retoman la
marcha y así todo el tiempo hasta que con suerte llegan a destino sin antes dar
intensos rodeos. Impera la ley del vale todo, incluso que uno viaje en contrasentido
enfrentando el tráfico bestial que viene lanzado en masa hacia el solitario
vehículo. Verdaderos motoristas fantasma, que se sienten ajenos a morir o ser heridos
durante sus locos intentos. Imprudencia elevada a la enésima potencia; el color
de la luz del semáforo no importa y aquellas vistosas columnas de luces, de
tres colores desparramadas entre calles y casas, parecen arbolitos de una
Navidad eterna. En alguna guía de viaje, incluso enseñan a los extranjeros,
técnicas y trucos para poder cruzar la calle. Buscando el bello, en aquella
maraña de líneas de tráfico, mal llamada ciudad, hay dos cosas capaces de
entregar sosiego: ver el agua bajar entre los árboles por los canales y cuando
cae la tarde en días claros observar sobre el fondo azul la belleza de las
montañas que llegan a Teherán por el norte.
El bazar es como una ciudad dentro de la ciudad misma.
Lo visité en un par de ocasiones y aprendí lo más que pude de sus alfombras. En
los ratos libres solía ver la televisión propagandista del sistema subtitulada
en inglés y: "¡Qué asco!" Esta gente
habla con argumentos incapaces de engañar a un mosquito. ¡Qué falta de respeto!
¡Qué porquería!
Sin salir del tema una
tarde soñé que cerraban el país y no podía salir, despertar y recuperar la
libertad después de lo que había sufrido fue uno de los momentos más hermosos
que recuerdo.
Es una ciudad más sagrada de Irán y su nombre proviene de: “Lugar de martirio”, porque se cree que el octavo imán del islam Reza, fue envenenado aquí. Llegué de madrugada y con el alba di un paseo por la plaza principal. De la mezquita destacan sus minaretes todavía iluminados. «La luz, es siempre una buena señal», eso pensaba cuando me dirigía por un café al único bar que estaba abierto.
Fue un día largo y cuando
el sol se desvanecía en el desierto la silueta de una manada de camellos iba a
ser mi regalo de despedida.
Sé que voy a volver
porque tengo que descubrir como este lugar con tan poca agua produce las frutas
más sabrosas y jugosas que he visto.
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