Panamá

Sellamos pasaportes a la salida de Costa Rica y cuando cruzamos el viejo puente del ferrocarril que atraviesa el río   Sixaola descubrimos la corrupción de  los funcionarios panameños, extorsionando a los visitantes en la primera oficina y pidiendo colaboraciones a cambio de no revisar el equipaje en la segunda. De todas maneras no le dimos nada pero vaya forma de recibirnos: “¡Qué asco…!”

Hablo en plural porque encontré una muchacha muy maja que va en la misma dirección y entonces hacemos juntos este trozo de camino. Después del cruce cogemos una furgoneta que nos lleva hasta el embarcadero de la ciudad de Almirante donde sin demoras abordamos una lancha rápida rumbo a Bocas del Toro.
Treinta minutos más tarde desembarcamos en la isla de Colón, lugar donde el descubridor del mismo nombre llegó en su cuarto y último viaje a América, un 6 de octubre de 1502. 

Como pueden ver en la imagen de la derecha los rieles sobre el puente sirven para hacer que pasen los vehículos.
Bocas del Toro
Casas de madera de colores alegres, aguas cristalinas y gente criolla son la imagen del cuadro de este rincón del Caribe donde algunos vienen en busca de relax y otros llegan para desempeñar algún tipo de actividad marinas. Pero el sitio también ofrece un poco de fiestecilla y a las manifestaciones del fin de semana se agrega el buen ambiente que cada noche nos ofrece un local fabricado con materiales básicos que con gracia le gana terreno al agua, de nombre: “El Barco Hundido”. Una visita al lugar en una noche abierta con buena luna y estrellas representa un regalo para el alma.
El barco Hundido, disco bar
En este manojo de islas, santuarios de coral, habitad de delfines y sitio elegido por las tortugas marinas para depositar sus huevos, destaco el callo Zapatilla que pertenece al Parque marino de la isla de Bastimentos, un paraíso pequeño que merece una visita.


Nacimiento de tortugas marinas




Bocas del Toro, posee su encanto y la prueba está en que tiene a un manojo de extranjeros atrapados, pero permanecer aquí no es mi caso y no lo haría ni aun sabiendo que iba a encontrar el tesoro pirata que según la leyenda en una de estas islas está enterrado.

Otra vez en ciudad de Panamá

En el siguiente mapa marco en color naranja el recorrido de mi primer viaje y en color amarillo, seguido de verde, el camino realizado en mi último viaje.


Comparando me animo a decir que desde aquella primera visita la ciudad ha conseguido escalar algunos peldaños.
Recuerdo que llegué directo por la ruta Panamericana y desde aquí volé hacia Sudamérica. Ahora vengo en busca de un barco para viajar a la ciudad colombiana de Cartagena de Indias y siguiendo una estrategia me hospedo en un albergue del Casco Antiguo. Salgo para dar un paseo y de inmediato compruebo con alegría que por aquí la conciencia del hombre funciona y toda su maquinaria está trabajando para recuperar el patrimonio colonial que parecía estar perdido.
Cuando reentro me asomo a la ventana de mi cuarto y veo una punta que entra en las aguas donde hoy se levanta un conjunto de edificios modernos. La primera vez que estuve por aquí llegué apenas derrocado el General Noriega, posteriormente condenado y encarcelado en Estados Unidos, esperando ser extraditado a Francia para seguir pagando. Realmente no sé si tenía ese cargo pero presidente de Panamá estoy seguro de que era. Volviendo al trozo de tierra antes mencionado; en aquel momento no era más que una montaña de escombros. “Los que viajan quieren saber.” Yo preguntaba y la gente decía que fue allí, un barrio de casas bajas, donde inició el ataque intimidatorio, que mató a mucha gente antes de la invasión: “Made In USA”. Este tipo de genocidios que no tiene perdón de Dios el hombre ni siquiera lo ha juzgado. De todos modos, me siento incapaz de hablar a favor o en contra de los hechos mencionados porque llegué a toro pasado y sí hubo matanza no la vi con mis propios ojos. Por esa razón, si alguien entre mis lectores está mejor informado y quiere dejar su opinión sobre el tema; pongo a su disposición un espacio al final de esta presentación.


A la derecha de la foto pueden ver la punta de la ciudad que menciono  en el escrito  
Ahora con vuestro permiso continúo; vine a buscar un barco para que me lleve a Colombia pero aquí comprobé que la oferta supera la demanda y por esa razón las embarcaciones no completan el cupo mínimo necesario para emprender el viaje, por otro lado, los precios se han disparado y ya no es lo que se dice un gran buzines. Pero si vuestra idea es visitar el Archipiélago de San Blas y continuar hasta Cartagena, les comento que es una buena idea esperar hasta el último día porque ante la necesidad de viajar los capitanes suelen bajar el precio a mínimos. A mí el entusiasmo me suele durar muy poco y estar sujeto a seguir las necesidades de un grupo de desconocido no viene incluido en el software de mis movimientos, entonces, dije: “Al Diablo con el rollo de barco.”
Tenía que seguir adelante e investigando encontré una aerolínea de nombre: “Airpanama”, que vuela a Puerto Obaldiva, un pueblo en plena selva impenetrable cerca de la frontera con Colombia. Más adelante les voy a hablar de la experiencia.

Aviones y aeropuertos

Recuerdo que durante mi primer viaje por ahorrar 30 dólares que valía el taxi hasta la terminal internacional, cogí un autobús y siguiendo las indicaciones de otros pasajeros bajé en medio de la nada, caminé un poco y cuando estaba cayendo la tarde atravesé una alambrada. La situación se presentaba cada vez más extraña, lo sabía pero no quería creerlo. Ya veía el edificio principal y pensaba: “¿A ver cómo me las arreglo para salir de esta?”. Es que estaba llegando por una de las pistas de aterrizaje. Cuando me intersectaron me justifique ante un par de guardias con dos palabras, mientras ellos rieron, abrieron una puerta y me acompañaron hasta la sala de embarque. Hoy las cosas han cambiado y ante una situación de este tipo los estoy seguro de que me habrían disparado.
En los viajes se ven cosas bonitas o interesantes pero son las situaciones que nos regalan experiencias inolvidables. Había llegado de madrugada y había visto un par de locales en el mismo barrio que iba a hospedarme. En realidad funcionan las 24 horas pero con luces que insinúan y la gente que entra o sale de noche son más fáciles identificarles. Cada vez que pasaba por allí entraba, sin saber porque lo hacía, hasta que en una oportunidad allí encontré el diamante que corona mi viaje a este país de Centroamérica.
En 1989 me conformé con ver el canal en un cruce fugaz por el Puente de las Américas, recuerdan la muchacha española que había quedado atrás, pues acaba de llegar y me comenta que es interesante ir a visitar la esclusa de Canal de Panamá en Mira Flores, un viaje muy cortito que merece la pena.
Quien escribe cruzó todos los canales importantes del mundo y cuando logre un espacio de tiempo adecuado les voy a hablar de mi sorpresa ante el Canal de Corintios y mi asombro frente al Canal de Suez.



Llegó el momento de dejar este país. Tengo un vuelo para mañana muy temprano, entonces, antes de ir a la cama compruebo mi correo y encuentro un mail de Airpanama donde me dice que no disponen de una nave para el vuelo… y que me presente al medio día a ver si consiguen un aparato. ¿Graciosos, ¡verdad!? Les confieso que algo así es la primera vez que me sucede una situación de este tipo.
El aeropuerto Marcos Gelabert, está a pasos del centro y más que una terminal aérea parece un taller mecánico. Dicen que la están remodelando y en una opinión personal: “Creo que lo están haciendo en secreto”. El escáner de equipaje es manual y el empleado encargado de ese trabajo, se prepara abrir las maletas y se lanza al ataque. Pero cuando ve que la víctima comienza a preocuparse por tener que volver a colocar todo en orden. Él dice: “Usted es muy majo y estoy seguro de que su maleta está en regla. Pero comprenda que por mi desatención me juego el puesto y eso vale dinero. Eso sí la cantidad la dejo a su criterio”. El discurso valía 1 dólar, eso fue lo que le di. Todo era misterioso, había gente que iba y venía haciendo preguntas como si fueran de la CIA en Guantánamo. De todos modos la situación es graciosa, al máximo hay 2 puertas que llevan a la pista y en mi tarjeta de embarque dice: “Puerta 403”. En la misma está escrito salida 8,30 y con suerte vamos a dejar el sitio pasadas las 2 de la tarde. Toda esta sucesión de locura se presenta divertida hasta que viene un empleado y dice: “A todos los que tienen exceso de equipaje les comunico que sus maletas van a llegar en el vuelo de mañana”. Los pasajeros protestan y los empleados de la aerolínea descargan los reclamos sobre el capitán pero el hombre tiene claro con el medio que vuela y sabe que es incapaz de llegar sano y salvo a destino si agrega a su nave el peso de un puñado de hormigas.
Despegar desde esa posición privilegiada regala vistas maravillosas del Canal, el Casco Antiguo, los rascacielos de la costa y cuando atrás queda la ciudad pasamos por encima del aeropuerto internacional. Más adelante los esteros del Pacífico nos regalan su belleza y como volamos a muy baja altura disfrutamos del manto de una selva impenetrable. Ya sobre las aguas del Atlántico vemos algunas de las islas del archipiélago de San Blas en detalles e incluso podemos divisar las actividades cotidianas de los habitantes de una aldea de indios Kunas.

Para valorar el avión en vuelo voy a aplicar un refrán italiano que dice: “Gallina vieja hace buen caldo”.
Puerto Obaldia es solo una calle paralela a la pista de aterrizaje y un embarcadero. Aquí son correctos y me sellan la salida sin pedir dinero.
Adiós Panamá, en lancha estoy entrando a Colombia: (Pinchar sobre la palabra subrayada para seguir el viaje)

1 comentario:

  1. torresiker8@yahoo.es dice: Panamá es una ciudad muy linda, aunque solo la conozco de fotos y vídeos... me gustaría conocer el canal principalmente y ver como pasan los barcos y todo. actualmente yo trabajo en Miami en una oficina de
    alquiler de coches y espero ir a final de año...

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