Montenegro


Llegué a este país en dos oportunidades; en la primera entré por Croacia y proseguí hacia Albania y en la segunda ingresé desde Kosovo y salí por Croacia. Ahora permitan que me exprese llevando mi mente a pasear por esos lugares.
El verano, en Europa, está a punto de entrar en su mes estrella (setiembre) y esta tierra que sabe adaptarse al frío invierno, de momento se entrega con un mar de aguas tibias. Es curioso ver como al pie de las montañas que muestran su bello abanico de grises y azules sin perturbar el verde de los árboles los valles siguen regalando fruta. Ríos rápidos y lagos de agua transparente; tantas cosas para una sola tierra. Hermosas mujeres y buenos vinos, cualidades de la fuente de la energía eterna, terminan de cerrar el círculo que hace de Montenegro una belleza. Sobre la Costa aparecen audaces poblados de piedra que en días de calma se reflejan en la mar y en jornadas bravas aguantan con placer los azotes de las aguas. Cientos de islas y pequeños islotes, algunos de estos últimos unidos al continente por una fina línea de tierra. También los hay privados y otros solo reciben al visitante que llega en barca o a nado.
En Español pueblo de San Esteban. Amor a primera vista. Un camino une a la costa este sitio maravilloso recubierto de edificios de techos de tejas rojas. Entre estos últimos y los muros que parten desde el agua lo envuelven y cubren como aquella antigua formación de guerra romana en la que los soldados se agrupaban en algo parecido a un círculo y se cubrían por los lados y por encima, con sus escudos, para evitar que los alcancen las flechas que llovían del cielo. ¡Precioso!


Por Milan Rapaić (otras fotos maravillosas en este enlace)

Un regalo que la Madre Naturaleza depositó en el sur de Europa, uno de los sitios más bonitos del mundo. Las aguas de esta bahía forman una T y sus montes que presentan colores maravillosos se reflejan en el azul del líquido. Hay una carretera tranquila que bordea el fiordo y solo algunos edificios salteados se interponen entre el agua y el camino de dioses. Transitar por allí es como entrar en un cuadro; el cielo, las montañas altas, los colores, las aguas y un par de islas que se encuentran en el centro del canal de entrada. Las dos últimas mencionadas son pequeñas, están distantes, entre sí, un centenar de metros y ambas poseen iglesias de cúpulas curiosas. La más cercana al mar no tiene árboles y muestra orgullosa un faro y la posterior luce a un puñado de pinos montando guardia. ¡Qué belleza!




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