Sudáfrica

Este país que ocupa el sur del continente africano y posee una rica fauna y flora, por lo que se encuentra dentro de la lista de países megadiversos, cuenta con tres capitales: Pretoria, sede del poder ejecutivo, Bloemfontein, sede del poder judicial, y Ciudad del Cabo, sede del poder legislativo


Llegaba desde Londres, sabiendo que 
este país ofrece buena carne, mejor vino y una innumerable variedad de parques nacionales y sentía extraño que no había podido reservar ningún hotel dentro de Johannesburgo. 

Llegué a mi alojamiento cuando caía la tarde y entre esa noche y la mañana siguiente descubrí que los huéspedes disfrutaban de la piscina, el jardín y la barbacoa y prácticamente no dejaban el lugar hasta que no partían para un tour. 

Había un taxi que recogía pasajeros y a media mañana cuando llegó el único que estaba en la lista era yo. 

Era el año 2003 y recuerdo que me costó 50 dólares; entonces, luego de pagar por adelantado, porque allí nadie se fía un pelo de nadie, monté en este vehículo todo destartalado y fuimos hacia allá; cuarenta minutos nos separaban de la ciudad. 


Cuando llegué a la capital, descubrí que todas esas postales que la muestran iluminada son una mentira, porque hasta el final del apartheid, 1994, creo que esa fue la fecha del éxodo, los blancos vivían en la ciudad, pero con la derrota en las urnas, la gente de color tomó Johannesburgo, y otras ciudades importantes, cosa que hizo que los blancos dueños de las propiedades se vieran obligados a abandonar la ciudad. 

En este punto, hay algo muy importante que aclarar; tomaron las calles de Johannesburgo, pero no las propiedades que en su mayoría están desocupadas y por la noche es como que hay encargados de encender algunas luces de los edificios para que no parezca un sitio fantasma. 
Se dice que no hay blancos caminando por allí, en dos días tampoco les vi, pero yo estuve paseando por la ciudad. Durante el día, todavía funcionan algunas oficinas, y se puede ver alguna persona que no sea de color sobre su coche. Sin embargo, yo crucé la amplia zona tomada por los nigerianos que son los dueños del negocio de drogas de la ciudad. Nadie me impidió el paso, pero fui advertido de no coger fotografías. Allí vi cosas terribles, pero de todas maneras, el desafío todavía me parecía pequeño y entonces, me quedé hasta que se vaya el sol. 

No me gusta depender de nadie y menos coger taxis cuando el servicio es una porquería y el precio un disparate. Sabía que había una manera de regresar en tren, pero no tenía ni idea de como hacerlo. La aventura no tiene precio, me lancé al ruedo; me equivoqué de tren y cuando regresé a Johannesburgo para enderezar el rumbo ya era casi medianoche. Recuerdo los rostros de la gente que me miraba con tanto asombro, que llegué a pensar que no me veían distinto por ser blanco sino que yo estaba haciendo algo tan inusual, que me temían como si fuese el mismo diablo. 

Al final logré llegar con el último tren a una estación que estaba a 1 km del hotel. 
Al día siguiente regresé otra vez en la mañana y había una banda que me quería robar, así que estuve dando vueltas, atento y, cargando con un garrote que había encontrado. Recuerdo que visité la terraza del edificio de concreto más alto del mundo (200 y poco más metros) desde donde incluso se podían ver minas al abierto de oro, descubrí que los estadios que eran de Rugby pasaron a ser de fútbol y disfruté mucho viendo esta ciudad en unas condiciones insospechadas para ninguno que no la haya visitado. 

Es un área urbana situada 24 km al suroeste de Johannesburgo, que mostró la más fuerte oposición al apartheid hasta la elección de Nelson Mandela como presidente de Sudáfrica en 1994 que puso fin al régimen. 

Para visitar este sitio histórico, contraté un vehículo, pasé por la casa original donde vivió Nelson Mandela hasta ser detenido en los años sesenta y vi otras particularidades del barrio que realmente después haber cruzado villas de emergencia en Argentina y favelas brasileñas, creo que a Soweto lo debo calificar como un barrio modesto. 

Ubicada al norte de Johannesburgo, es la capital administrativa de Sudáfrica, les recuerdo que Sudáfrica tiene tres capitales. 
Si ustedes piensan recorrer todo el país les comento que hay un autobús turístico que les permite bajar donde les apetezca, recorrer el sitio y luego continuar con el siguiente. 


Con muchas ganas de ver el mar bajé a esta urbe que se levanta a orillas del océano Índico, donde me llamó la atención el aumento de personas hindúes y asiáticas. La ciudad estaba bien organizada y su puerto tenía mucho movimiento. 





Siguiendo esa costa maravillosa, llegué a esta ciudad bonita con playas hermosas donde también encontré zonas, en este caso pequeñas, tomadas por la gente de color que, allí también, habitaba en la calle. 



Dicen que es el lugar con mayor índice de asesinatos del mundo, hay guerra de pandillas y otras malas yerbas. Pero de todos modos, con sus más y sus menos, es una ciudad hermosa donde la mezcla de razas nos regala combinaciones maravillosas que dan lugar a una de las mayores concentraciones de las mujeres más exóticas y bellas del mundo. 

Después de ver y disfrutar, de este lugar, lo hice escenario de mi decimoprimer libro: “Pánico en Ciudad del Cabo”. Una fantasía de ficción que combina misterio y miedo. 

Trozos del libro que describen la ciudad y sus alrededores

Un paseo por Ciudad del Cabo, creo que debe empezar en el Waterfront, se llama así al conjunto de arquitecturas venido fuera de un cóctel, de New Orleans y San Francisco, capaz de albergar junto al puerto, tiendas de estilo, coquetos restaurantes, un hotel, su teatro y un túnel submarino de vidrio para que el visitante que lo desee aprecie con comodidad la vida acuática. 

Vagar por el área es un lujo, pero todo el paisaje urbano identifica al lugar y muestra la huella que va dejando el ser humano. 

En este caso reflejaba una historia rica de contrastes. Descubrimos en los inicios la presencia de patrones, esclavos y misioneros; peldaños más arriba la escalera se enriquece con comunes llegados desde lejos en busca de oportunidades, gobernantes de familias arraigadas y clase alta. Todos los nombrados están representados en la postal de la ciudad y del espíritu del caminante depende encontrarles o perderles. Junto a las torres modernas de vidrio y acero, la urbe conserva orgullosa sus edificios históricos y las casas de ladrillo en perfecta armonía con las terminaciones de madera. Ahora que ya recorrimos el área inmediata volvemos a ampliar el diámetro; un puñado de kilómetros es suficiente para repasar la zona central conformada por un póker de barrios que lindan por el Oeste con las aguas frías que llegan con el Atlántico.
Sin bajarnos del aerostático que nos lleva en este viaje virtual cogemos hacia el Sur y llegamos al punto mítico donde se encuentran dos importantes masas de líquido. El Cabo de Buena Esperanza, rico de leyendas, es un valiente de altos acantilados que despreocupado, no importa la época del año, desafía los latigazos de los dos océanos. El sitio es una reserva natural y floral por excelencia que, además, tiene el privilegio de contar con una simpática colonia de pingüinos. Es hermoso verles cuidar su huevo y, más aún, presenciar la aparición de algún polluelo. En la zona también habitan un buen número de monos, más de dos centenares de especies de aves distintas y las graciosas focas; desde la costa es fácil avistar delfines y orcas. Dejamos el cabo y siguiendo el orden de manera circular al contrario de las agujas del reloj, o lo que es lo mismo girando al Este, llegamos a la Falsa Bahía, belleza pura en aguas distintas donde el azul es más intenso y gracias a la Corriente de Mozambique su temperatura es más elevada. 
Estamos a pasos de donde empieza el océano Índico y después del alto en la bahía nuestro recorrido nos lleva de regreso enlazando valles que nos muestran la belleza de la uva mejor cotizada de África. Cerrando el trazado llegamos a “La Montaña de la Mesa”, el accidente geográfico que caracteriza a Cape Town. Con la sensación de estar en el balcón de Ciudad del Cabo nos detenemos a disfrutar de las vistas y vemos como la urbe se desliza camino abajo para llegar a tocar con sus labios el Atlántico. ¡Qué belleza! Ahora que estamos geográficamente ubicados cogemos el teleférico, bajamos y luego dando un paseo regresamos al corazón de Ciudad del Cabo.


De noche hay mucha y buena diversión, y podemos movernos tranquilos porque la policía con un buen número de tele-cámaras vigila el centro. 
Frente a la ciudad está Robben Island, el lugar donde Nelson Mandela pasó gran parte de los 27 años que estuvo prisionero.
Imágenes

Mapa del recorrido de este viaje en el que visité dos países


Sudáfrica y Namibia

No hay comentarios:

Publicar un comentario