Aquí yo soy como un satélite que gira entre la gente y ve las cosas desde otra órbita. Debo agregar que mi visión es tan bella que si fuese más joven no dudaría en quedarme a vivir en esta ciudad que tiene lo mejor del infierno y las bondades del paraíso. Pero pasado los cuarenta, con la barrera del idioma y la poca disponibilidad de cualquier sacrificio que no sea para calmar mi sed de aventura, esa posibilidad quedó prisionera en el pasado. Al igual que Macao, Hong Kong o La Habana, Shanghái creció con el aporte de extranjeros llegados en un buen momento de la historia en busca de placer y fortuna. Ese ambiente que la forjó al inicio del siglo XIX desapareció con la invasión japonesa y más tarde con un mal llamado “comunismo”. Hoy, otra vez, con el genio fuera de la lámpara corre de prisa en el afán de recuperar el tiempo perdido. El malecón conocido como Bund, junto al río Huangpu, recrea un habiente de antaño, mientras en el margen contrario el distrito financiero es la puerta al futuro. Para esta ciudad yo, particularmente, les pediría a los dioses que la noche fuera eterna. Pero no lo hago porque no nos vamos a pasar la vida bailando con lo bello que es el día. Ahora dejen que les comente algo y lo hago en el afán de que el mundo cambie. No voy a nombrar el sitio porque no se lo merece. El lugar es de batalla y si no fuese así no iría nadie, pero ahora que por allí han asomado algunos importantes de la ciudad, el sabio que maneja la cantina bailable quiere desentenderse de las muchachas, que fueron quienes le dieron alas, con una burrada. Cuando llego me encuentro un letrero en inglés y en chino, está es la traducción desde el idioma anglosajón: "La Cantina… no patrocina prostitutas. Si usted es una mujer de este tipo, por favor, absténgase de entrar en nuestro establecimiento. Si usted no está segura, sí lo es o no lo es, por favor pregunte a alguien de nuestro personal de seguridad para resolver la duda". ¿Qué asco, ¡verdad!? La hipocresía suele golpear muy duro. Después de ver eso, es como que la noche ya no es la misma. Aquí Lamborghini y Ferrari se mezclan con carritos tirados a mano. En Shanghai podemos dar saltos a los alrededores o pasar el tiempo de tiendas, todas las mejores marcas están presentes y si alguien no puede ir por las originales aquí también venden copias. El tren de levitación magnética que une el aeropuerto con el centro y viaja a más de 400 kilómetros por hora es un paseo que por placer y respeto al esfuerzo de la ciencia no lo podemos dejar de hacer.
Shanghai
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agregar más argumento, disfruten.
La Venecia de Oriente
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