Sanya, en la isla de Hainan, China


Para realizar proyectos racionales siempre hay un camino que lleva al desarrollo. Pero cuidado porque hay situaciones donde influyen muchos factores que lo  ponen muy difícil.


Curiosidades del viaje
Venía muy golpeado pero como de costumbre mantenía la calma porque creía que peldaño a peldaño al final de la escalera abrazaría la gloria (parece exagerado pero no lo es porque este tipo de experiencias representan un desafío "contra uno mismo" en un medio desconocido). Ahora a tiempo pasado recuerdo aquellos momentos para plasmarlos en esta presentación y en los puntos que ahora sonrío antes me cagaba en todos los muertos —exagero en lo que escribo para dimensionar los hechos porque, no importa qué tan duro sea el camino o cuán sufra, jamás insulto por causa de las situaciones que yo mismo creo o me busco. Y sí algún día llego a ese extremo será el punto final de un libro llamado: "Aventurero".
Dejen que les cuente como llegue a este paraíso que con justicia viene llamado: "Hawaii de Asia".
En una playa de Camboya donde hay mucha fiesta encontré a un australiano, buena persona, entre paréntesis, y muy pasado de rosca. En otro momento les voy a contar aventuras, de este muchacho que se rapa la cabeza porque le gusta que le llamen pelado, dignas de caer en manos del mejor productor de cine. El me dijo que viniese y yo cuando algo me entra bien por los oídos lo llevo a cabo. Pero desde ya les anticipo que no fue fácil; el argumento es un poquito repetitivo y pesado por esas razones si les aburro me dejan. Prefiero que no me lean a darles el coñazo,ahora  para los que me siguen precedido de un agradecimiento llega el desarrollo.
Cuando intento evitar algo que deseo, dentro de mí se produce un cortocircuito que desprende un energía que intenta hacerme pagar por lo que hecho. De más está decir que mi naturaleza me lleva a evitar este tipo de situaciones pero a veces es como que mi otro Yo encuentra motivos validos para hacerme cambiar el rumbo y, entonces, puede pasar lo siguiente: “El viaje por el norte de Asia, sin dejar de ser emocionante, se había puesto muy duro y yo quería despedirme de esta parte del mundo coronando con otro tipo de sensaciones. Entonces había planeado pegarme la última fiesta en dos puntos distintos antes de pasar por Vancouver —única ciudad importante de la costa este de América, desde Ushuaia a Alaska, que no conozco— antes de llegar a Costa Rica, donde a pesar de que voy con otro motivo allí va a seguir la fiesta.
Desde Ulaanbaator volé a Hong Kong y allí empezaron los problemas. Voy a la agencia de siempre a sacar la visa para China y me dicen que cuesta 150 euros. “Sí quieren dinero que vayan a trabajar. ¡Atorrantes!”, eso fue lo que pensé. Viajo sin obligación y no acepto ningún tipo de estafa. Sin resultados vuelvo a ganar la calle, llovía torrencialmente y cargaba 2 mochilas. En ese momento me tocan la espalda me giro y sorpresa. Era Mario, un suizo que me presento unas muchachas en Pekín. Después de los saludos, le cuento lo ocurrido, él me aconseja coger personalmente el visado y me explica donde está la embajada. De todos modos ya era tarde y necesitaba refugiarme de la lluvia, entonces, a la ligera le comento mis planes y nos despedimos. Él, sigue camino y quien escribe entra en un restaurante de comida rápida, pide un menú, se conecta a internet y coge un vuelo para Filipinas cuando la idea original era viajar a Sanya en China.
Pase la tarde despreocupado surfeando en la web en el aeropuerto y cuando llegó el momento me dirijí al mostrador para hacer mi check in. ¡Qué iluso!
Cuando llega mi turno —lo que nunca en una aerolínea de bajo costo— me piden boleto de salida del país. ¡Mierda! Tenía poco tiempo y necesitaba solucionar el inconveniente para viajar. El dinero siempre es capaz de comprar una solución y situaciones de no poder embarcar, en mi vida, ya había superado un buen puñado. Estaba tranquilo nunca había fallado y tenía una forma de resolverlo. Extraigo mi portátil y me dispongo a fabricar un boleto de salida cuando me quedo sin batería. Les pido que me dejen tomar electricidad y se rehúsan mientras yo sabía que en toda la terminal no había una toma de corriente a la vista.
En resumidas cuentas perdí el vuelo, mi dinero y estaba sin reserva hotelera a las once de la noche. Hablaba solo y me pedía calma. Seguía lloviendo y bajo el agua llegue al hotel que por allí frecuento. No había habitaciones y tuve que aceptar que me consigan un sitio a cualquier precio.
Desde que era niño que no era primero en nada. Ese viernes fui el primero en la embajada pero esa posición no me sirvió de nada porque me dijeron que la visa no la podía recoger el mismo día. ¡Ahhh! Fin de semana forzado en Hong Kong. Las vueltas de la vida son increíbles y esa misma noche me encontré otra vez al mismo suizo que iba camino a ver el show de luces más grande del mundo sobre los edificios que forman el Skiline de la “Perla de Asia”. Ahí nos embalamos y, no paramos, a la madrugada lo perdí en una discoteca y yo que conozco bien la ruta me anime hasta que en un local me sorprendió la tarde, del día siguiente. A mal tiempo buena cara vieron que rápido que pasó el fin de semana. El lunes volvía a ser primero, está vez, en la fila para recoger mi pasaporte, pague 40 euros y estaba en camino. Llovía, cuando antes del medio día logré cruzar la frontera. Sabía que había un autobús de Shezhen a Sanya que salí a las 3 pm pero en las ciudades chinas hay muchas estaciones y sin estar preparado con los nombres escritos en chino para que los taxistas los entiendan las posibilidades de llegar a tiempo para coger el medio se reducían a mínimos. Entonces pensé hacer el trayecto en tren y como en la ventanilla no entendían donde iba acepte coger un boleto para el rápido a Guangzhou, ciudad que estaba en el camino. Allí llegué con faena; tenía que comprar otro boleto y para hacerlo debía salir de la estación y volver a hacer una fila de las que se forman en China. ¡Terrible! Cuando alcanzo la ventanilla me dicen que los tickes para Sanya estaban todos vendidos para los próximos 5 días. ¡Remierda!
Salí de allí sabiendo que tenía que alojarme pero no estaba preparado para hacerlo, no tenía reserva, recordaba un sitio pero no recordaba de que manera llegar y mucho menos el nombre. De esta manera es imposible pedir ayuda. Estaba perdido pero no desesperaba porque había parado la lluvia y por algún sitio iba a salir la Luna. 
Era media hora que cargaba 26 kilos de peso y las mochilas me daban fastidio cuando se acercó un tipo con unas fotografías en la mano ofreciendo alojamiento. Después de tanto insistir al menos había aprendido a pronunciar el nombre, entonces, le dije: “Hotel no. Quiero ir a Sanya”, fue como frotar la lámpara. Cuando este con mala pinta escuchó el nombre de destino extrajo del bolsillo una tarjetita arrugada que decía cosas en chino y tenía el dibujo de un autobús. Él me hace entender que es el medio me llevaría a destino y me pide que le acompañe. En otras circunstancias no lo hubiese hecho, sobre todo después de verle cruzar miradas y señas con otros de malas caras. De todas maneras, mis necesidades guiaban la barca que estaba obligada a seguirle. No iba ciego y controlaba minuciosamente el terreno con la idea de abortar si las cosas  escapaban a mi agrado. Pero no aparecía el peligro y la situación me hacía pensar: “Sí esto sale bien lo voy a recordar como el día que gané la lotería”. Giramos en una calle y vi un cartel donde decía Sanya en caracteres chinos y mostraba una playa que yo conocía por fotos. La cosa empezaba a pintar bien pero en el sitio no había autobús ni pasajeros y me pedían que pague el pasaje. Yo, por mi parte, les decía que pagaría cuando vea el autobús y así discutimos hasta que se cansaron y me dejaron a mi bola. Más tarde empezó a llegar gente y desesperado pedía pagar por miedo a quedarme sin un espacio. ¡Qué idiota! Era una empresa ilegal y cargaba cuantos sean necesarios. El autobús tiene 38 camas y cuando se completó, con terciado cubrieron los espacios vacios entre las hileras y duplicaron la capacidad del medio. ¡Por fin nos pusimos en marcha! Parecía que lo había logrado, pero qué lejos estaba de conseguirlo. Envasados como sardinas dentro de un bólido que corría como un coche de carreras por la carretera a las 5 de la mañana llegamos al extremo continental donde cogimos un trasbordador. 


El cruce desde el continente
A penas pisamos la isla de Hainan el autobús terminó su trayecto y nadie continuaba hacia Sanya. Entonces yo, con un boleto que no decía nada, discutía con el conductor que no me entendía. Pero mi espíritu había logrado llevarme donde yo deseaba y estaba iluminado. Energías llaman a sus pares y en ese instante la única persona que me había visto comprar mi boleto apareció por allí y creo que le dijo chófer: El italiano, pagó su boleto hasta Sanya. Segundo milagro pero en ese momento yo todavía no sabía que se había producido. Me hicieron volver a subir al medio, estaba empapado y, por fortuna, las mochilas llevaban impermeables.
Ellos, no eran de allí y no conocían bien la ciudad. Hicieron algunas llamadas y luego discutieron la forma de llevarme a una estación de autobuses de larga distancia. Había llegado a un sitio y a pesar de los contratiempos yo estaba muy contento porque allí me dejaron con uno que parecía que me iba a sacar un boleto. Pensaba: Aunque tenga que pagarlo no deja de ser un chollo, porque la maniobra a mí me hubiese llevado un arduo trabajo. El pobre hace la cola como todos y cuando llega su turno parece que le dicen: “No hay más sitio”.


Otra vez en la calle llovía y el muchachito estaba como una esponja en un lago. Cogimos un taxí y, media hora más tarde, yo que había viajado en un autobús repleto y un transbordador todo podrido me encuentro con una estación de ferrocarril que algunos países no la tendrán ni cien años. En el lugar, esta persona coge un boleto me lo entrega y me dice algo así como: “Servido caballero”. Minutos más tarde monté en un tren que tocó velocidad punta en 251 kilómetros, y en tan solo un par de horas me llevó a destino. Lo peor había pasado, tenía una reserva y había un sitio de información turística, entonces, para facilitar las cosas le pido a la muchacha que me escriba el nombre de mi hotel en chino para enseñarle el escrito al taxista. Chino escribía, pero ingles no leía y puso cualquier cosa. Yo conocía la ubicación en el mapa y sabía que habíamos equivocado camino pero como el costo de la carrera es de risa, deje que conductor prosiga hasta que llegamos a un sitio. ¿Y ahora? ¡Aquí no es!, le dije y eche mano a mi máquina de fotos donde llevaba una imagen de la página de la reserva. Realmente no esperaba encontrar nada, pero en el sube y baja de la aventura me volvió a sonreír la suerte vestida de número de teléfono. El conductor llamó, le indicaron el camino y cuando llegué al hotel me dijeron: “¡Bienvenido! ¿Como estas?”. Y yo contesté: “Estoy bien pero llegar hasta aquí no fue nada fácil”.


Tabla de tiempos 
4,30 hrs de avión.
4,20 hrs en dos trenes de alta velocidad.


3 hrs de transbordador.
10 hrs de autobús.
45” de MTV y otros medios urbanos.
Parece que siempre estoy trabajando. Dejé mis cosas, tomé una ducha y salí a buscar cosas. Necesitaba imprimir una página y mandarla a mi banco por fax para hacer una transferencia de dinero. No conseguía quien mande un fax internacional, preguntaba buscando un locutorio y un señor de buenas ideas, qué vaya a saber qué entendió, me mandó a entrar por un pasillo. Hay no sabía ni lo que era un fax. Mientras yo que desde el primer momento supe lo que allí hacían, hice como los Tres Chiflados cuando caen vestidos a la bañera y uno le dice a los otro: “Pero hoy no es sábado”. Y Mou, el más despabilado responde: “¡Qué importa! Ya que estamos aprovechamos”. Y Así hice yo que pasé del fax y entré a tomar un mansaje.
Con el cuerpo a gusto y la mente en forma seguí camino, pasé por el Correo, China Telecón, una docena de hoteles y nada. De todos modos tengo que decir que entraba a los complejos de lujo y dejaban a atender sus clientes, que esperaban para registrarse, para intentar mandar mi página. Del trato ni hablar, nada de esperar, se abrían todas las puertas y entraba en los despachos de la gerencia como un amigo de la casa. Linda experiencia pero el sistema no respondía. Regresé al hotel sin darme por vencido continuaba buscando una manera de lograrlo. Después de tanto insistir encontré un sitio donde tú le envías un archivo por correo electrónico y ellos lo reenvían por fax. Entonces, cogí una fotografía de la página en cuestión, la bajé a mi ordenador, la envié y 20 minutos más tarde me contestaron de mi banco: “Su transferencia ha sido enviada con éxito”.


Sanya
Es un sitio moderno donde la primavera es eterna. Me dicen la gente que todo ha cambiado muy deprisa; ahora complejos privados, hoteles de lujo y edificios de estilos únicos mimetizan la esencia de un pueblo de pescadores que todavía perdura en los barrios. La playa principal, donde he visto los cocos más grande del mundo, es extensa, muy hermosa y su infraestructura de vanguardia la coloca en la cima de los lugares de baño. Hay un refrán que dice: "Dios le da pan a aquellos que no tienen dientes". En Sanya la playa es muy bonita pero carece de espíritu porque a los chinos no les gusta exponerse a los rayos del sol y por esa razón el paraíso permanece desierto a la espera de que alguna jovencita —luciendo sombrilla, sombrero de ala ancha, en ocasiones guantes de encaje y en muchos casos tacones— pose para una foto. Solo con ese fin pasean por los caminos dibujados entre palmeras y plantas de flores a un lado de la arena blanca. Falta el murmullo, los castillos de sabia, los juegos de pelotas, sus nadadores y el movimiento que es otro de los componentes del alma de una playa.

La  playa principalmente se utiliza como escenario fotográfico


De momento llegan muy pocos extranjeros pero no me cabe la menor duda de que aquí todos pueden encontrar lo que buscan.
Excelente comida, hay cientos de restaurantes de pescado y mariscos y uno en particular que tiene capacidad para más de 500 cubiertos.
Diversión no falta, incluso no hace falta esperar a la noche para meterle al cuerpo marcha. Para mí van a ser 8 días maravillosos donde encontré todo lo que quería, a pesar de estar empeñado en mis tareas (reserve hoteles en 8 ciudades, compre un boleto de autobús de larga distancia y conseguí confirmar mis próximos 10 vuelos. Ahora por un par de meses estoy hecho).


En las siguientes  3 fotos vemos como mientras algunos excéntricos después de sus vacaciones abandonan sus veleros otros de menos recursos motorizan sus balsas para poder desarrollar la pesca



Definitivamente el sitio no lo recomiendo a aquellos que todavía tienen mucho por conocer, pero siendo un viejo zorro advertí algunos movimientos que indican que China podría abrir casinos en esta parte de la isla Hanai, y esa razón es valor agregado para  atraer público. Una cosa es cierta si llegan hasta aquí jamás se arrepentirán de haberlo hecho. Ahora la pelota está en vuestro tejado, hasta el próximo número.



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